jueves, 30 de septiembre de 2010

"DE HISTORIAS Y CUENTEROS" V encuentro internacional de narradores. 7, 8 y 9 de Octubre.

"DE HISTORIAS Y CUENTEROS"
V encuentro internacional de narradores.
7, 8 y 9 de Octubre.
UNA VEZ MÁS, LOS NARRADORES LLEGAN CON LA PRIMAVERA, A PERFUMAR LA CIUDAD CON SUS HISTORIAS1!!!

El Ministerio de Educación de la provincia y Plan de Lectura, conjuntamente con la Municipalidad de Viedma, el Equipo de Narración Oral “Los tres mascuenteros”, la agrupación de teatro independiente Purogrupo y  la Dirección De Cultura de Patagones, convocan a este V Encuentro Internacional de Narración Oral “De historias y Cuenteros”.

El mismo se enmarca en una de las líneas de acción de Plan de Lectura: “Promoción de literatura y prácticas de lectura” y tiene el propósito de acercar, a través de la narración, historias que nos lleven mucho más allá del lugar en que transcurren, que nos trasladen y nos hagan sentir las historias como una exploración, como un viaje que ilumina, como una forma de crecer, de conocerse y de descubrir otros mundos.

En esta quinta edición, comparten sus historias los narradores: Miguel Fo de España, Mayerlis Beltrán, Fernando Cárdenas y María Teresa Agudelo de Colombia, Marita Von Saltzen, Miguel Mroue, Paula Martin de Buenos Aires, Teresa Prost de Bahía Blanca, Ileana Panelo de Neuquén, Daniel Etcheverry de Carmen de Patagones, Soraya Furfaro y Anyela Cuéllar de Viedma.

Los narradores visitarán diferentes escuelas primarias, secundarias, de adultos, especiales, ofrecerán una función para adultos, un taller de narración y una maratón de cuentos.
PROGRAMA

JUEVES 7

9:00 a 10:00 Hs. Contada en escuelas primarias
 10:30 a 11:30 Hs. Contada en escuelas primarias

14:30 a 15:30 hs. Contada en escuelas primarias
16:00 a 17:00 hs. Contada en escuelas primarias

19:00 hs. Contada en dos escuelas nocturnas.

VIERNES 8

9:00 a 10:00 hs. Contada en escuelas secundarias
10:30 a 11:30 hs. Contada en escuela Especial 7 y 22.
15:00 hs. Contada en escuela especial de Patagones
              Contada en jardín de infantes y escuela 11.
16:00 hs. Visita a Asilo de ancianos

22:00 hs. Función para adultos. Teatro el Tubo. Entrada $20

SÁBADO 9

10:00 A 13:00 hs. Taller de narración abierto a la comunidad. Por Ileana Panelo. Teatro el Tubo. Gratuito. Inscripciones al 02920 15665868 /15621184. e-mail: pintapalabras@yahoo.com

15:30 a 17:30 hs. Maratón de cuentos, abierto a la comunidad. Centro Cultural Nº 2.Gratuito. En esta actividad pueden anotarse los que quieran contar una historia. 02920 15665868 /15621184

Cierre del encuentro.

martes, 28 de septiembre de 2010

Algo Sobre Haroldo Conti, el autor de esta semana

Este artículo lo saqué de
 
es un aporte para el análisis del texto que teníamos para leer esta semana, saludos!!!!
 
 

Haroldo Conti o el oficio de cazar hombres e historias

por Barros, Raquel · Comentar 
La obra del escritor “desaparecido” Haroldo Conti (1925-1976), pese a resumirse en una serie breve de títulos –algunas novelas, una pieza teatral y tres libros de cuentos– nos depara el contacto con un narrador singular. Sus textos fundan un espacio, el de la llanura gringa, y crean una raza integrada por seres marcados por la marginación y el fracaso. Según él mismo sintetizó, su narrativa se instala en “las pequeñas cosas y las pequeñas vidas sin residuo de historia”.

No puede obviarse, al hablar de Conti, su lugar de nacimiento: Chacabuco, en la provincia de Buenos Aires. Tampoco puede dejar de mencionarse el recorrido por múltiples estudios y actividades: seminarista, profesor en Letras, guionista y asistente de dirección, periodista… fueron algunas de sus ocupaciones. Además, también se desempeñó como empleado de banco, actor, piloto civil. Enamorado de la zona del Delta, en un barco construido por él se dedicó a navegarlo.

Esta vida cargada de peripecias es una constante entre los integrantes de su generación. Se vincula con una nueva imagen del escritor que hace de estas diferentes experiencias personales una garantía de su escritura: la literatura que practica es vital. De esta manera, se distancia del modelo tradicional de intelectual sedentario, más vinculado a la biblioteca que a la participación directa en los hechos. También en relación con otros escritores de la generación del 50, se inscribe en el realismo marcado por la literatura norteamericana. Como también es habitual en el momento, se legitima también a través de distintos premios: entre otros, en 1960 recibe el de la revista Life por su relato La causa; dos años después, gana el Fabril con su primera novela, Sudeste; en 1975, el Premio Casa de las Américas por Mascaró.

Su inicio en “el hábito de contar” es, según su relato, una herencia paterna. Su padre “era un viajante, un tendero ambulante que se encontraba con la gente y antes de venderle nada se ponía a charlar y contar cosas”. Más allá de este punto de partida, la escritura se convertirá en algo sustancial para él: “Escribo porque no tengo más remedio. Escribo o me muero. Uno se pregunta si no es una tarea inútil la nuestra, eso de escribir fatigosamente, de atornillarse a una silla sin saber si vamos a trascender ese acto individual y llegar a un público” 1.

“El pueblo, fiel a mi memoria”

Chacabuco es el referente de los “prolijos viajes de la memoria” que emprende el narrador reiteradamente buscando el reservorio de experiencias que atesora ese espacio mítico. Como Santa Fe para Saer, o Yala para Tizón, la “zona” es el lugar que impregna la escritura. Mucho más que buscar una mera reconstrucción regionalista, Conti trabaja la construcción de un sitio que se constituye en un espacio fundacional: “yo reconstruyo, acaso invento”, afirma. Espacio con sus propios límites, más allá del “límite entre los dos partidos (Chacabuco y Bragado) según dicen los carteles de chapa en una y otra punta, y uno imagina que hay en el aire una línea invisible y que el aire es sutilmente distinto a cada lado de esa línea” 2.
  
La dedicatoria de La balada del álamo carolina (1973) señala la pertenencia: “… a la ciudad de Chacabuco, mi pueblo”, a ese lugar guardado “para siempre en la memoria”. Desde el recuerdo se van recuperando los datos que permiten construir el lugar, tan distinto para el escritor a pesar de ser tan igual a tantos otros: “el almacén de don Luis Stéfano en una esquina de acacias hasta el año 33, la plaza San Martín… frente a la iglesia de San Isidro Labrador, la estatua de San Martín que cabalga sereno entre las copas de los árboles, el blanco palacio de la Municipalidad, tan gobernante”. Y, también permanente, la figura del molino que corta la monotonía llana de la pampa.

Más allá de la distancia en el espacio y en el tiempo, el recuerdo se constituye en otro presente que mitiga la dureza del actual: “Bien, ahora mismo, desde este invierno que empapa el pavimento y las paredes y las ropas y el alma, si tenemos… esa finita tristeza que se enrosca por dentro… en días así, digo, cierro los ojos y veo ese camino polvoriento del verano que se extiende hasta el horizonte como un río seco bajo el sol”. Sensación de persistencia y cercanía que permiten reconocer: “Yo estoy llegando siempre”, o afirmar: “Esta es mi casa… dondequiera que viva”. Este refugio le da la fuerza para “ir tirando: Yo sé que en este mismo momento (…) mi casa está ahí, en medio de los árboles. Y así vivo”.

El pueblo aparece siempre bañado en claridad; así lo recupera el narrador de Mi madre andaba en la luz cuando retorna después de muchos años de ausencia: “Las primeras casas aparecieron en un tajo de luz con las paredes de ladrillos que se borraban contra la claridad del ocaso. El galpón de la estación echaba gruesos resplandores como si ardiera por todos lados”. Porque la luz parece ser, también, un componente del lugar: “El patio tiene esa espesa luz amarilla del otoño que parece ser la estación de mi pueblo… mis manos y mi cuerpo se encienden con esa luz amarilla que entibia brevemente mis dedos”. Y esto permite que sea “mancha, llamarada” que haga brillar lo presente, o se convierta en una luz tenue, “un leve polvo… veladura general que cubre las cosas del pueblo y al propio pueblo…” que difumina los bordes de lo real y lo transforma en “fondo esfumado” de hechos y personajes de otros tiempos.

“Insistente permanencia de las cosas”

Los objetos cobran un valor central en los relatos de Conti; destacados reiteradamente, se constituyen en presencia que posibilita un anclaje material en la zona. “Hoy, por ejemplo, mientras cruzaba hasta el bar Falucho aguantando el viento que barría la Avenida Santa Fe, me acordé de buenas a primera de aquella sierra de ingletes o de falsa escuadra que había en una punta de la mesa. El día crece lentamente alrededor de ese objeto, lo rodea como la pulpa de un fruto y el día en todo caso vale nada más que por eso”.

El registro minucioso que se hace de ellos parece garantizar, a través de la escritura, la permanencia del espacio: “La gran mesa de bordes gastados y roídos, la lámpara Miller con la pantalla de opalina que parecía flotar en la penumbra como un globo, los rollos de planos, la caja de compases, el banco de carpintero, la prensa, el barómetro de cubeta”… objetos que, sin duda, resisten y sobreviven a sus dueños. “Así son las cosas. Se vuelven más memoriosas que uno, se vuelven uno. Mi padre era su cuerpo flaco y viejo y unas pocas cosas. Quedan las cosas. La escopeta de un caño, calibre 16, que pende de un clavo en la pared junto a la puerta, al lado del cuero del gato montés que abatió en el monte. La romana con la escala de bronce. Hay otras cosas que están ahí desde mi infancia, que se confunden con mi historia”. Elementos permanentes, son un reaseguro contra el olvido, la soledad y la distancia.

“Otra gente”

Anclados en Chacabuco y sus alrededores, navegando el río, en cualquier sitio que habiten, los personajes de Conti siempre se ubican en los márgenes, ya sea de la vida, de la ciudad o de la sociedad que no los incluye. Aunque abriguen algún proyecto, les será imposible llevarlo a cabo. El emblemático tío Agustín, personaje inolvidable de Las doce a Bragado, se entrena y participa anualmente en la carrera que une su pueblo con esta ciudad, pero sólo una vez logra llegar. “El bravo tío Agustín… ese ansioso caballo de verano”, siempre se aleja del camino y “sigue la carrera a campo traviesa, llama y llama, fuego y fuego”. Para que no se aparte, un vecino lo acompaña y le impide que se desvíe; así logra que llegue con dos leguas de ventaja, pero no lo pueden atajar porque sigue “hacia 25 de Mayo, muy campeón, el grandes piernas de acero de mi tío”.

Un proyecto más elevado es el que amasa Basilio Argimón, el protagonista de Ad Astra: quiere convertirse en un homo volans. Lo vemos a través de los ojos de un viejo que está pensando vagamente en lo que hará en el verano, y siente un vago presentimiento que se confirma poco después: “el pájaro o lo que fuera se ladeó un poco, giró sobre sí mismo y cayó a plomo sobre la huerta levantando una nubecita de polvo”. A pesar de este primer intento fallido, Basilio seguirá trabajando en su plan, pausado, eligiendo y trabajando cada material, mientras en el pueblo se forman bandos de partidarios y críticos. A escondidas, en presencia solamente de dos muchachos que lo admiran, intentará una segunda vez; en esta ocasión logra elevarse en el viento; unos pocos vecinos confirman haberlo visto. Sin embargo, y antes de la demostración definitiva –que por supuesto culminará con la caída– Basilio reflexiona: “En el fondo, había soñado más de una vez con ese momento. El ascenso final, la multitud, el vuelo. Pero ahora, a punto de conseguirlo, en cierto modo ya conseguido ¿qué había logrado con eso? Nada más que la absoluta certeza de su total soledad”.

Teñidos de una honda melancolía están el tío Hipólito –protagonista de Los novios– y el señor Pelice, el atildado cohetero de Perfumada noche, sumidos en una densa trama de rituales que no les permiten desprenderse para intentar una vida distinta. El tío Hipólito va por las tardes a ver a la señorita Adela; sus conversaciones –de alguna manera hay que llamarlas– son breves comentarios sobre el clima. Pero va dejando pasar el tiempo en sus visitas cronometradas, y aunque la lleva a ver una casa, la señorita Adela muere antes de habitarla. El señor Pelice, por su parte, tiene un momento único cuando ve “allí en la puerta, para siempre desde ahora, blanca y frágil y perfumada, figurín, Haydée Lombardi, para sueño y música. Al señor Pelice le hizo un ruido el corazón y la amó desde ese mismo momento. Jamás cruzaron palabra pero él desde entonces se quitaba puntualmente el panamá frente a aquella puerta a las seis de la tarde en invierno y a las ocho en verano, y ella inclinaba apenas la cabeza y casi sonreía. Para el señor Pelice fue el momento más brillante de su vida…”. Después de esto, ayudado por un manual, le escribe una serie de cartas –una por semana– que nunca despacha. En cambio, decide “rellenar con ellas las bombas de estruendo que ahora sonaban un poco más apagadas o huecas, aunque sólo él lo notase, y desparramarlas en mil pedacitos sobre los techos del pueblo”.

En su versión más extrema, El último llega al más absoluto desprendimiento: se convierte en “un vago”, que es, ante todo, alguien que “no se propone nada”. Después de haber vivido con una esposa digna de la galería de Arlt y de sucesivos descensos, se instala a la vera de un camino, esperando alguien que lo levante, para partir hacia cualquier parte: “No sé a dónde me llevará ese camión, ni qué será de mí el día de mañana. La verdad que el día de mañana no existe para mí, y creo que por eso me siento vivo”.

A pesar de esta moral de fracaso que alienta en todos sus personajes, Conti los trata con infinita ternura y compasión. Son los protagonistas de relatos en los que no se buscan grandes argumentos, sino que se conforman con un paciente trazado de las tramas y la creación de delicados climas. En estas historias minúsculas reside la mayor grandeza de un narrador que resumió así su poética: “Escribo para rescatar hechos, para rescatarme a mí mismo. Podría decirles más: creo que toda mi obra es una lucha contra el tiempo, contra el olvido de los seres y las cosas. Uno siente que envejece, que se va y quiere que algunas cosas, de alguna manera, permanezcan. Es una cuestión, diríamos, metafísica, y determina todo lo que he escrito”.

martes, 14 de septiembre de 2010

Entrevista a Jorge Consiglio.

Hola compañeros del taller. Les dejo aquí una entrevista al escritor Jorge consiglio, de quien hemos leído un cuento hace poco. El libro en el que está incluido el cuento fue elegido como el mejor de 2009 por la Librería eterna Cadencia, una de mis favoritas en Buenos Aires, que les recomiendo visitar si van por allí.
Saludos!!!!

16-12-2009 |
El libro de Jorge Consiglio fue el más votado en la elección del libro del año.
Por P.Z.
Jorge Consiglio se abre paso entre el público que se rompe en aplausos. Son pocos metros –muy pocos: cinco o seis–, suficientes como para que la cara se le tiña de rojo. Acaba de anunciarse que El otro lado, su libro de cuentos, ha sido el más votado entre los candidatos al libro de 2009.

El otro lado fue seleccionado por Juan Martini y Martín Kohan. Martini dijo que los protagonistas de los diez cuentos son “hombres y mujeres que circulan por los bordes, entre la desesperanza y el fracaso, de pronto encarnan un instante excepcional: no es un instante de gloria, es el momento de la violencia, de un acto inesperado, o de la resignación final. Un libro que articula con un estilo impecable el mundo previsible con la historia secreta de una sociedad carcomida por la ausencia de toda justicia.”
Martín Kohan destacó que los cuentos están “escritos con la sabiduría de la buena espera, con el arte intemporal de la paciencia, con esa modulación perfecta que le permite a Consiglio elegir cada vez la palabra justa. No se trata de una colección de cuentos, sino de un libro de cuentos. Porque Consiglio no reunió en un volumen lo que surgió por separado al escribir; cada cuento existe por sí mismo pero además cobra sentido en el conjunto al que pertenece.”
Consiglio está radiante. Se acomoda frente al micrófono, agradece y dice que la distinción le ayuda a confirmar el rumbo:
– Uno nunca sabe realmente si está escribiendo algo bueno o no, algo lindo o no, y cuando recibe este tipo de reconocimientos es maravilloso porque se siente confirmado en el rumbo estético que decidió emprender.


– Felicitaciones, Jorge. El libro es muy bueno, realmente muy, muy bueno. Quería preguntarte qué tiene El otro lado como para ser considerado el mejor libro del año.
– Absoluta coyuntura, no considero que sea el mejor del año ni nada por el estilo. Lo hice con muchísimo trabajo. Se lo había presentado a Leonora (Djament) en Norma hace muchísimos años y por una cuestión o por otra, se fue postergando. Pensé que iba a ser un libro no publicado. Por otra parte es un libro de cuentos, Edhasa lo tomó –creo– por esa generosidad enorme que tiene Fernando Fagnani. Lo único que podría decir es que tiene un montón de trabajo. Lo estuve trabajando cerca de 10 años. Es muy fragmentado, son cuentos, y traté de trabajar en la cohesión del libro. No sólo en el argumento, sino también en la prosa. Traté de hacer un laburo muy minucioso con la prosa. Pero otra vez: es coyuntura, todos los libros que se presentaron son geniales.
– Dentro de los libros más destacados del año hay muchos de cuentos, un género que parece haberse revalorado en los últimos tiempos. ¿A qué creés que se deba?
– Bueno, nosotros como argentinos tenemos una tradición cuentística vastísima. Si no se escriben más cuentos –o si no se publican más cuentos, porque quién no tiene un libro de cuentos escondidito– es por un criterio editorial. No más que eso. Creo que es un género absolutamente saludable. Por otra parte, me parece que tiene que ver con el tiempo de lectura de nuestra época. Esa cuestión de leer en el poco tiempo que tenemos. Un cuento, en algún punto, se presta bien a esta lectura rápida, que no por rápida es fugaz.
Hay algunas preguntas más para hacerle, pero no parece que sea el momento indicado. “¿Tomamos una copa de vino?”, propone Consiglio, que se adueña del encuentro y le pone un candado a la entrevista. Es tiempo de seguir hablando con amigos. Y de disfrutar.