domingo, 28 de marzo de 2010

Textos de Ataliva Gallo

TOMO LA PALABRA



Soy un pequeño libro, de los que las editoriales llaman “ediciones de bolsillo”, en una forma que yo considero casi despectiva. Mido 14x10 cm. y tengo solamente noventa páginas. Me publicó Alianza Editorial en 1993, en España, mi nombre es “ARTIFICIOS” y el autor es Jorge Luis Borges. Aunque nací, como digo, en España, mi contenido es argentino, por lo que en algunos momentos padezco algunos conflictos de identidad. Me tranquiliza un poco el hecho de ser conciente de que nosotros, los libros, tenemos alguna universalidad manifiesta, solo limitada, tal vez, por la cuestión del idioma. Mi llegada a este lugar es una historia que no tiene ningún interés.


Debo decir que el que se dice “mi dueño”, apenas me compró, colocó su nombre en mi primera página, no se si como expresión de posesión o para evitar que me roben. Es oportuno aclarar que los libros no nos vendemos: nos venden los libreros y lucran con ello.


Convivo con otros textos del mismo autor y con un variopinto grupo de otros libros, en una biblioteca sólida pero un tanto rústica, construida por el autodenominado “mi dueño”.


He sido leído reiteradamente; y no solo eso: sufrí variados subrayados impiadosos, comentarios marginales y, aún, anotaciones de significados de vocablos: exornar: adornar, hermosear (lo que muestra la pobreza de léxico del lector).


Pero, ayer tuve una experiencia agradable.


Mi “dueño” releyó el cuento “Tema del traidor y del héroe” y me colocó en su mesa de luz junto a un libro que me resultó entrañable: “El candor del padre Brown” de G. K. Chesterton. Allí me encontré con el relato “La muestra de la espada rota”. Percibí rápidamente la relación entre las historias contadas por ambos autores.


No puedo ocultar que la edición del libro de Chesterton era aún más modesta que la mía, pero debo confesar que algunos de sus relatos me resultaron inolvidables (no se equivocaba Borges).

Pienso que los libros, aún los más modestos, tenemos derecho a la palabra.




ESTA CIUDAD



Cuando me fui acercando a los modernos edificios y percibí que las costrucciones no tocaban el suelo, comencé a perturbarme. La primera impresión se confirmó rápidamente: ahí estaban aquellas obras arquitectónicas con sus fundaciones al aire y suspendidas a un metro de la tierra.

Así todo, fuentes, monumentos, semáforos y aún los árboles.

La gente y los vehículos que circulaban por la ciudad parecían completamente ajenos al fenómeno; pero también se desplazaban a un metro del terreno.


Me pareció que yo era el único que captaba esta especie de alucinación. En un momento miré mis pies: yo, como todos, estaba separado del suelo.


Comencé a repasar la historia de este lugar y todo confluía en el 6 de agosto de 1943.

Esta fecha cambió la historia del mundo fatalmente. Un hecho tan despiadado e inhumano marcó para siempre la historia de los hombres. Se clausuraba una época de infinitas atrocidades con la atrocidad mayor: aquí murieron 140.000 inocentes en solo segundos. Nunca más se repitió una crueldad semejante.


Por eso ni hombres ni cosas nos atrevemos a tocar esta tierra arrasada.






1 comentario:

  1. Hola Ataliva!

    sos un escritor que envuelve al lector en las palabras y me gustaría que acompañes algún texto de este blog con tus pinturas. Un fuerte abrazo.

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