Una noche por la noche
La oscuridad enceguecía los ojos.
Todos gritaban.
En medio de las tinieblas, nadie entendía.
Boquitas carmesí paseaban su rabo de aquí para allá.
Vasos multicolores ofrecían la pócima de la felicidad.
Truenos grotescos hacían temblar las capas geológicas de tantas noches.
Las promesas se fumaban en cada cigarrillo.
Ellos que son ellas, y ellas que son ellos no podían entrar.
Las esencias estaban prohibidas.
No había lugar para penas y olvidos.
Risas histéricas, desenfrenadas, salían de las mascaritas.
¿Dónde quedó aquel jardín de Júpiter, donde Poros y Penia,
embriagados por el néctar, concibieron a Eros?
¿Eros, cuándo curaras tu edipo,
y dejarás de mendigar como tu madre
en la puertas de las fiestas?
¿Cuándo comprarás nuevas ropas para que te dejen entrar?
Soy de una ciudad que mira a otra
Entre el cielo y la tierra
una de las tantas Viedmas.
Aquel Paraíso del sediento Villarino,
la de las calles dibujadas
por cardos rusos en tardes de domingo,
donde descansan
sueños modernizadores
sobre colchones amarillos.
Soy de una ciudad que mira a otra
y no puede mirarse a sí misma.
Donde se exilian emociones
y se derriban memorias
Pero se enlazan puentes para volver:
eterno retorno y nuevo inicio.
Periferia de periferia
tantas violaciones y nadie vio nada.
Donde un néctar traslúcido corre por sus bordes
acaricia su piel
y se funde apasionado
y se vuelve sal.
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